jueves, 2 de febrero de 2012

'Tenemos que hablar de (lo buena que está) Kevin'



Como alguna vez dijo Tarkovski: 'Una película puede, muy bien, prescindir de sus actores', estoy en completo acuerdo con él, sin embargo, creo que los actores poseen una magia inexplicable, su trabajo frente a la cámara es de una entrega que no cualquiera posee, es como si se dijeran 'ey, director X, ante esta cámara, te entrego todo lo que soy (y lo que no también)' y si uno le rinde cuentas a estas palabras, su actuación resulta ser una joya irreemplazable, perfecta e inmortal.

Tal es el caso de la actriz Tilda Swinton, a quien en lo personal admiro de sobremanera, en este filme, ella literalmente entrega sus emociones ante la cámara para representar a la madre de Kevin, un niño problema que siempre ha tenido empeño en hacer sufrir a su madre, sea la manera en que sea. Suena fácil representar este papel, cualquiera puede gritarle a su hijo y despreciarlo de a ratos. Lo eternamente sorprendente de Tilda, es su desprecio por el chico, ojalá y los que no la hayan visto puedan admirar la mirada de ella desde el principio, desde que Kevin es un hermoso y chillón bebé. Hay cosas en las malas actuaciones que por más que perfeccionemos nunca podremos corregir y es ciertamente, nuestra creencia en el papel que desarrollamos y esto únicamente se refleja en la mirada. ¿Cómo es que Tilda logra despreciar a su propio hijo?

En fin, no estamos aquí simplemente para alagar a Tilda, la película en sí es un regalo al cine actual, lleno de metáforas, de miradas de odio y de una línea narrativa excepcional.
Al principio nos parecerá el típico cine indie de reflexión existencial, pero su trama nos lleva a un tema silenciado y cada vez más común: el horror de vivir con un hijo que te odia, ¿cómo se vive con eso? ¿se puede vivir? Una historia perturbadora en la que mayoritariamente se le hecha la culpa al hijo y es el punto de la directora declarar a Tilda inocente.

Psicológicamente podemos analizar a un niño de esta índole como una persona rechazada por su madre a la hora del nacimiento, el bebé se comunica con su madre a través de la mirada y si ésta tiene una mirada vacía o ambivalente, posiblemente nunca se formará ese vínculo de amor y conexión entre los dos, que probablemente no dará cabida a un apego. Tilda es una mujer excepcional y durante las primeras escenas de Kevin siendo bebé logró captar esa mirada de rechazo y casualmente, la conserva hasta el final de la película. No hay una pizca de amor en ese rostro frío pero sonriente. Así que pensemos seriamente si la culpa es de Kevin.

Me molesta que no se enfatice esta cuestión y ciertamente no se haga completamente explícito el rechazo de la madre ante su hijo, para hacerlo quedar mal a él. Es un punto ambiguo de la película que deja muchas dudas sin resolver, lo que en mi opinión, no puede ser en el cine.

A fin de cuentas una película fatalista y con un encanto fotográfico único, expresa a la perfección gracias a las actuaciones y situaciones planteadas, una sensación de inseguridad y desesperanza que pocos podemos concebir. Para los corazones de pollo esto puede culminar en un trauma.

Sin embargo, el trabajo de Lynne Ramsay es muy sensitivo y perturbador, definitivamente la película merecedora de una nominación a los cada vez más ciegos Oscares (aunque estar en la Selección Oficial de Cannes tampoco es cualquier cosa), pocas películas conservan esta genuidad y subjetividad objetiva ante una cámara, una sinceridad y un fatalismo totalmente plausibles.

Totalmente recomendable.



1 comentario:

Arion dijo...

Suena interesante. Se nota que eres un buen cinéfilo. Ya he leído varios de tus posts y de hecho coincidimos en varias películas. Justo ahora estoy comentando en mi blog la película Les Amours Imaginaires.

Saludos.

www.artbyarion.blogspot.com